En las llanuras onduladas de La Serena, una de las comarcas más extensas y menos densamente pobladas de la península ibérica, el tiempo parece discurrir a un ritmo distinto. Entre dehesas, cortijos dispersos y caminos de trashumancia aún latentes, perviven prácticas, relatos y modos de vida que escapan a los grandes focos institucionales del patrimonio. Sin embargo, en los últimos años, este territorio ha sido objeto de diversos intentos de patrimonialización impulsados desde instancias oficiales, que buscan preservar —y, en algunos casos, promocionar turísticamente— su acervo cultural. ¿Qué sucede cuando la memoria pastoril, los saberes tradicionales y las formas locales de habitar el paisaje se ven reinterpretadas, clasificadas o transformadas bajo las lógicas del patrimonio oficial? ¿Quién define lo que debe conservarse, y bajo qué criterios?
Esta investigación parte de esas preguntas para adentrarse en los procesos de patrimonialización en La Serena desde una perspectiva crítica, que pone en diálogo el trabajo de campo etnográfico con el análisis del discurso institucional. Lejos de entender el patrimonio como un conjunto estático de objetos o tradiciones “a salvar”, el estudio se interesa por los conflictos, ambigüedades y resistencias que emergen cuando las comunidades locales se ven interpeladas por marcos normativos ajenos. La etnografía crítica, aquí, se convierte en una herramienta para desentrañar no solo lo que se patrimonializa, sino cómo y para quién. A través de esta mirada, La Serena deja de ser un paisaje silencioso para revelarse como un espacio lleno de tensiones, voces múltiples y posibilidades de reimaginar el patrimonio desde la tierra y desde abajo.
La tesis doctoral titulada Etnografía crítica de los procesos de patrimonialización en la comarca de La Serena (Badajoz), elaborada por Oliver Duarte Herrera, constituye una profunda indagación sobre las tensiones, desafíos y potencialidades que emergen en torno a la construcción del patrimonio cultural inmaterial en contextos rurales. A partir de una sólida metodología que combina la etnografía crítica y el análisis crítico del discurso, el autor examina las dinámicas sociales, simbólicas y políticas que configuran los procesos de patrimonialización en La Serena, una comarca extremeña situada en los márgenes tanto geográficos como discursivos de los grandes centros de poder cultural e institucional. La investigación se propone desmontar el denominado Discurso Autorizado sobre el Patrimonio (AHD), una narrativa hegemónica de raíz occidental que tiende a privilegiar una visión monumental, estática y universalista del patrimonio, en detrimento de las formas vivas, dinámicas y relacionales que las comunidades locales construyen cotidianamente. El trabajo de campo revela cómo las políticas culturales oficiales, ancladas en la lógica de la catalogación, la institucionalización y la mercantilización —especialmente a través del turismo—, muchas veces ignoran o incluso distorsionan el sentido que los habitantes otorgan a sus propias prácticas culturales. Lejos de ser meros receptores pasivos de decretos institucionales, los miembros de las comunidades de La Serena negocian, resisten o resignifican estos procesos, a menudo de forma ambigua, aceptando ciertas lógicas impuestas mientras intentan preservar sus formas de vida. En este contexto, el autor subraya la necesidad de avanzar hacia una gestión comunitaria del patrimonio que reconozca la agencia de los sujetos locales y la naturaleza afectiva, performativa y mutable del patrimonio inmaterial. Esta tesis, que se apoya en una densa base teórica —desde Lévi-Strauss hasta Laurajane Smith—, representa una valiosa aportación a la antropología del patrimonio al problematizar el papel de las instituciones en la construcción simbólica de lo patrimonial y al reivindicar una mirada más horizontal, crítica e inclusiva. Más allá de su alcance académico, el estudio interpela también a gestores culturales, legisladores y a la sociedad civil, al plantear un modelo de patrimonialización más coherente con los principios de la Convención de la UNESCO de 2003 y más atento a las realidades plurales de las comunidades rurales. En suma, se trata de un ejercicio riguroso de desnaturalización de los discursos dominantes sobre el patrimonio, que contribuye a repensar las políticas culturales desde la periferia, no como espacio de carencia, sino como lugar fértil de creación simbólica y resistencia.
La etnografía crítica es una corriente metodológica dentro de la investigación cualitativa que combina el enfoque clásico de la etnografía —es decir, la observación directa, la participación prolongada en el campo y la descripción densa de las prácticas sociales— con una postura reflexiva y transformadora frente a las relaciones de poder que atraviesan los contextos investigados.
Mientras que la etnografía convencional se enfoca en describir y comprender culturas y grupos sociales desde dentro, la etnografía crítica va un paso más allá: analiza también cómo operan las estructuras de poder, los discursos dominantes y las desigualdades dentro de esas culturas y en la propia práctica investigadora. No se conforma con retratar, sino que interroga, denuncia y, en algunos casos, busca incidir en las realidades que estudia.
Compromiso con la justicia social: parte de una ética situada y de una intención explícita de visibilizar y cuestionar formas de opresión, exclusión o desigualdad cultural, simbólica, económica o política.
Reflexividad del investigador: el etnógrafo no se asume como una figura neutral o objetiva, sino como un sujeto situado, con una mirada atravesada por su contexto, sus creencias y su posición en el entramado social.
Análisis del discurso y las ideologías: se interesa especialmente por cómo el lenguaje, las narrativas oficiales y los discursos institucionales contribuyen a sostener o desafiar relaciones de poder.
Colaboración con las comunidades: en lugar de tratar a los sujetos como objetos de estudio, se los reconoce como agentes con saberes válidos. A menudo se promueve la participación activa de las comunidades en la producción del conocimiento.
La etnografía crítica se aplica ampliamente en investigaciones que abordan contextos atravesados por desigualdades y relaciones de poder, como los estudios sobre educación —donde permite analizar fenómenos como el racismo o el clasismo en el aula—, las investigaciones sobre patrimonio cultural, así como en estudios urbanos y migratorios, y en campos como la antropología de la salud, el género y la exclusión social, donde resulta especialmente útil para visibilizar voces marginadas y cuestionar discursos institucionales.
Lejos de limitarse a una mirada etnográfica o nostálgica, este artículo propone entender este fenómeno como un paisaje cultural que articula saberes tradicionales, gestión sostenible de los recursos naturales y formas comunitarias de habitar y cuidar el entorno. A través de una aproximación etnográfica, se reconstruye las memorias, prácticas y tensiones que conforman este sistema pastoril, destacando tanto su dimensión histórica —que hunde sus raíces en la Antigüedad, pero cobra especial vigor con la institucionalización de la Mesta en la Edad Media— como su relevancia contemporánea en clave de sostenibilidad.
El artículo denuncia cómo las políticas patrimoniales y medioambientales tienden a invisibilizar o desarticular estas formas de vida rural, al no reconocer la racionalidad ecológica y la profundidad cultural que subyacen en ellas. En este sentido, se aboga por una concepción de la trashumancia no como una práctica del pasado, sino como una estrategia de futuro frente a la crisis climática, el despoblamiento rural y la mercantilización del territorio. El texto se inscribe así en una línea de pensamiento que reivindica la interdependencia entre cultura y naturaleza, conocimiento local y gobernanza territorial, memoria e innovación. Con un estilo riguroso pero accesible, el autor construye un alegato a favor de un patrimonio vivo, dinámico y situado, que solo puede ser comprendido si se escucha y se involucra activamente a las comunidades que lo sostienen.
En Revista Virajes (28)1 de enero de 2016
“Ethnography of Intangible Heritage: a theoretical and methodological route based on Critical Discourse Analysis” propone una fusión entre la etnografía contemporánea y el Análisis Crítico del Discurso (ACD) como estrategia teórica-metodológica para estudiar cómo se construyen, negocian y disputan las nociones de patrimonio cultural inmaterial. Su objetivo central es mostrar que las relaciones de poder y las ideologías actúan en diversos niveles discursivos y prácticos, moldeando qué tradiciones, prácticas y expresiones culturales son reconocidas como “patrimonio” y cuáles quedan al margen.
El autor inicia con una revisión genealogía del concepto de patrimonio cultural, destacando cómo las convenciones occidentales —y, en particular, la Convención de UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de 2003— introdujeron una apertura hacia formas no materiales del patrimonio, aunque muchas veces simbólica o retórica. Se cuestiona que esa apertura no disuelve los gestos de centralidad del discurso autorizado del patrimonio (Authorized Heritage Discourse, AHD), el cual sigue privilegiando valores universales, monumentalidad y normas estéticas heredadas del mundo occidental. En ese sentido, sostiene que heredar lo “inmaterial” requiere reconocer que todo “patrimonio” está imbricado en discursos dominantes que legitiman ciertas memorias y prácticas frente a otras.
La segunda parte del artículo desarrolla una propuesta metodológica para combinar etnografía y análisis discursivo. A través del ACD, el investigador puede desentrañar las funciones ideacionales, interpersonales y textuales del discurso patrimonial —es decir, cómo el lenguaje reproduce relaciones de poder, legitima determinadas versiones culturales y excluye voces subalternas—. A la vez, la etnografía permite situar esos discursos en prácticas concretas, en interacciones cotidianas, en negociaciones culturales concretas, en lo que los sujetos hacen, sienten y dicen frente al patrimonio en su vida diaria.
Los hallazgos de esta investigación invitan a repensar las políticas patrimoniales desde un enfoque más inclusivo, dialógico y territorializado. En lugar de aplicar modelos normativos verticales que reducen el patrimonio a objetos, listas o eventos codificados, se propone adoptar estrategias que reconozcan y valoren las formas locales de significar y vivir la cultura. Las comunidades rurales como las de La Serena no son meras depositarias de “bienes” que deben conservarse, sino agentes activos en la construcción simbólica de su entorno. En este sentido, se recomienda que las administraciones públicas y los gestores culturales impulsen procesos de patrimonialización participativos, donde la toma de decisiones no recaiga exclusivamente en técnicos o instituciones, sino que integre los saberes, memorias y expectativas de la población local.
Asimismo, sería deseable revisar los criterios con los que se legitiman determinadas expresiones culturales como “patrimonio” en detrimento de otras, así como promover espacios de mediación intercultural que permitan negociar significados en lugar de imponer representaciones. La investigación también sugiere que el reconocimiento institucional del patrimonio debería ir acompañado de medidas concretas de sostenibilidad social y económica, de modo que las prácticas culturales no se desvinculen de las condiciones materiales que las hacen posibles. Finalmente, se recomienda fortalecer las alianzas entre investigadores, comunidades y entidades locales, promoviendo proyectos de investigación-acción, talleres de memoria colectiva y archivos vivos que contribuyan a preservar no solo las formas, sino también los sentidos del patrimonio cultural en contextos periféricos.